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En el muestreo realizado a pie de calle, un sesenta y cinco por cien de los ciudadanos afirman considerarse exclusivamente jerezanos. Y éste dato debiere resultar significativo habida cuenta de la apreciable, duradera, parcial y co-provinciana campaña de difusión y fomento de sentimiento provincial de todos los medios de comunicación locales o no, instituciones públicas o privadas provinciales, autonómicas, estatales y, sobretodo, locales. Que tras más de centuria y media de vinculación administrativa y artificial a otras ciudades foráneas la mayoritaria conciencia ciudadana de Jerez haya mantenido intacto su origen ciudadano debe hacernos comprender que, si bien parece dormido ante tanta intoxicación pública o privada, existe un sentimiento latente en la población de pertenencia propia que pervive en el transcurso de los años y le atribuye una sensata crítica ciudadana contra la verdad administrativa que algunos interesados pretenden imponer. Pero nuestro análisis no debe permanecer en el calificativo administrativo que el ciudadano se atribuye así mismo y el grado de pertenencia y vinculación a su patria chica sino debe ir más allá. Porque que hasta ahora absolutamente nadie haya iniciado un proyecto político que refleje dicha tendencia jerezana o que plasme en la realidad decisoria la visión administrativa y ciudadana que un sesenta y cinco por ciento de jerezanos asume o que ninguno de los partidos políticos pasados y actuales haya convenido en representar y promover los cambios necesarios que haría a gran parte de la población que dicen representar identificarse con sus ideas o proyectos, es síntoma, causa y consecuencia de la falta de coincidencia de los intereses ciudadanos y los intereses políticos o partidistas. Nadie hasta ahora ha ocupado su interés y tiempo político en preguntar a los ciudadanos sobre el modelo administrativo actual, su vigencia y su identificación con él. Porque el político actual no pretende escuchar al ciudadano sobre las cuestiones cuya modificación podría significar su desaparición parcial o, en el mejor de los casos, su mutación. El político actual no quiere ciudadanos que le digan lo que tienen que hacer, no quiere conciencias críticas con su entorno que exijan cambios según su opinión libremente manifestada, que no sientan como propias las instituciones que ellos contribuyen a mantener y fomentan para perdurar, no desean cambios traumáticos en el mantenimiento de su poder o ciudadanos que piensen más allá de su subsistencia. Esta despreocupación política interesada en el mantenimiento del poder actual y justificada en un fondo conservador frente a un necesario cambio administrativo, tiene en muchos casos su prolongación en medios de comunicación anexos al poder y a los propios partidos políticos. También el sector periodístico ostenta unos intereses geoestratégicos que mantener. También ellos generan una política periodística de actuación proclive a mantener el ámbito administrativo sobre el cual se gestaron y se desarrollaron. Porque, con independencia de que asuman las políticas partidistas según su orientación, cualquier cambio de circunscripción administrativa o capitalidad provincial produce la necesidad de mayor inversión monetaria, cierto grado de descentralización que hoy consideran innecesario y, en ciertos casos, una renuncia del monopolio en intereses tan variados como en materia judicial, administrativa o social aplicados al ámbito informativo. Por tanto, la nula iniciativa política, el respaldo de cierto sector privado y periodístico y, por qué no decirlo, la actitud apática y pasiva de los ciudadanos afectados por el estatus quo actual hacen que, al igual que en otros aspectos educativos o sociales, en asuntos administrativos la realidad haya superado a la ficción administrativa que hoy padecemos y que seguramente sea la causa oculta de todos los males que azotan a nuestra zona. Es por ello que cuando se lamenten (y sólo cuando se producen) nuestros ciudadanos ante tantos problemas sociales, políticos y laborales actuales no deben achacarlo al temperamento, actitud o aptitud para encontrar una causa generadora. Porque la causa generadora es clara. El mantenimiento del status quo administrativo de la actualidad pese a todo y por encima de todo. La ficción administrativa que padecemos en la zona del Guadalete que retrae el natural progreso jerezano y, con él, el de su gran zona de influencia. La causa determinante, la llamada burbuja administrativa. El mantener vinculaciones y estructuras administrativas por encima de realidades apremiantes. Sacrificar lo natural por lo artificial, el progreso por el declive, la regresión por la progresión. El pasado por el futuro aunque a veces lleve los términos de una supuesta discriminación positiva.